lunes, 29 de octubre de 2007

I

tiempo , soberano absoluto en la guerra como en el amor
no me dejes esperando eternamente bajo la suave bruma llena de niebla y color del
primaveral ensueño.
el perfume de las flores va cobrando espacio en mi cerebro
percibo tu forma,
etérea, hermosa
ajena
imposible


el monstruo ciego de los celos
mordisquea los momento felices que tengo
e impide que me tranquilice
sin paz
sin calma
clamo por el fulgor del cielo crepuscular en la dura ofensiva
vamos juntando los muertos
vamos acumulando las armas
para volver al campo de batalla

Tiempo rey tirano que me seduces con palabras y me hieres con tu látigo
Encadéname a la pared de la más sucia de las cárceles
porque ya no voy a obedecerte

me lanzaría con todas las de perder
y un atisbo mínimo de confianza en mi suerte

pero no lo voy a hacer
no voy a rendirme tan facilemente
a la ridícula osadía

ya llega!
ya llega el día!

II


Quisiera abrazarlo, decirle que puedo y quiero curarlo.
Pero él no me deja llegar a su abismo.
No sé, ya no sé, como invitarlo
a la calma y tormenta de mis días,
a mis sueños,
mis noches de insomnio
y mis ratos de vigilia.
Tal vez se escude en espinas
Me gusta el dolor
que les causa a mis manos
la cubierta dura de su temor.
Hasta que lo soporte, podré esperarlo…
pero si no veo una veta por donde atacarlo,
jamás morirá su miedo bajo mis brazos.

Me consagraría a su boca,
si él sólo lo pidiese con voz queda.
Por él y su obsesivo amor,
renuncio a la esperanza
de una nueva vida junto a mi maestro…

Tan fuerte es lo que sus dudas me hacen sentir,
Tanto promete la no promesa de su aniñado cuerpo…


Frente a frente, conocerlo a fondo.
Desnudarlo. Seducirlo.
Protegerlo del ímpetu cruel de los seres humanos.
Amarlo, si me lo permite, con furia y ternura.
Con todo el fuego de mis caderas,
Y la humedad de mil cuevas,
Quererlo, quizás, como nadie lo ha hecho antes..

Mi corazón se le ofrece, como una flor hermosa
a la primavera.
Inocente, dispuesto,
crujiente y alerta
rugiente….fruto perfumado ,
resabio de pecado y calamidad.

A ese músculo se lo obsequio,
Pero es este hígado henchido el que lo idolatra

Hora tras hora,
Hora tras hora

Hora tras hora tras horas tras hora.

Todo el tiempo que me reste.
Si él me confirma con un beso helado
Que en algún momento gritaré: ¡victoria !


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