lunes, 29 de octubre de 2007

retórica de mis seres

Una de las almas que habitan en mí me insinuó que debo arriesgarlo todo. En tono anarquista y libertario, afirmó que tal vez no vuelva a verte.
Yo me conformo- le respondí- con estar un ratito con vos a solas, y hablar del clima, de la ética kantiana, del spleen y del ideal en las poesías de Baudelaire.
Enojada, bañada en una furia repentina, comenzó a gritarme que no sea conformista.
Si lo quiero (si te quiero) debo dejar de lado el yugo del miedo y del moralismo.
Nunca tuve un tinte moral…pero a veces la locura sola no puede contra lo cierto.
¡A veces la valentía patética simplemente no sirve!
Junto a ella, mi templada alma griega susurra (maldita costumbre antigua.) que deje de desearte. Con socrática mayéutica intenta convencerme de olvidar la belleza vulgar de tu cuerpo. Entrégate- me ordena- virginal, dócil y predispuesta a la filosofía. Ven conmigo, y juntas visitaremos a Platón en la ciudad de los inmortales.
Desafiante, pero respetuosa, le explico que yo veo en vos mucho más de lo que tu anatomía muestra. Hubo algo en tus gestos que me llenó de curiosidad reverencial. Quiero que te conviertas en mi maestro, y me dibujes desnuda en tu mente, como un preciado recuerdo. Bello en sí. Bella en mí. Sólo eso (todo eso) quiero.
Mi alma loba y solitaria opina que debo refugiarme en la montaña hasta que sea nuestro tiempo. Que te olvide, que me aísle y busque en otros ojos las chispas fanáticas que brillan en los tuyos al hablar de “aquello”. Para que, cuando el destino en su trayecto lo decida, te re-conozca, esta vez libre. Y entonces, por fin, te abrace y te abrase con todo el amor acumulado durante tantos días grises.
Ay ¡de mí! Gime condenada mi alma poeta. No lo dejes escapar, tampoco lo retengas. Que sea el deseo el móvil de tus acciones. Porque amar es sufrir, y sufrir es vivir….
De todas las almas que deambulan por mis entrañas, es ésta quien gobierna.
¡Soy esclava del Leviatán con el que he pactado!

Después de oírlas, mi naturaleza salvaje ruge. Calla, con un aullido desgarrador, a esas miserables estrategas.
Aunque la verdad es lo suficientemente helada como para desesperarme, lo niego. Es tan sexual lo que presiento, que no me ahoga la idea que debo hacerme del tiempo que falta.

No sé que voy a hacer. Confío en lo que me depare la marcha loca de las cosas.

Por lo pronto... ¡Sigamos hablando de poesía!

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